Por detrás de un rancho viejo las sombras vienen subiendo, y el sol ya se va escondiendo ocultando sus reflejos, se puede ver a lo lejos como su luz va opacando, y al campo lo va dejando con su hermoso atardecer, momento digno de ver y en el recuerdo guardando. -
Hay que ver a los gorriones cuando llegan en bandada, en busca de la enramada y el nido de sus pichones, sus trinos son las canciones endulzando a la oración, del potrero, en un rincón, se va juntando la hacienda, y un paisano a media rienda se va rumbo pal fogón. -
Su china le alcanza un mate cebado con mucho esmero, y aquel humilde puestero siente alivio en el gaznate, su pecho con fuerza late cuando a sus hijos abraza y es el calor de una brasa que recibe con los besos, de quienes lo tienen preso dentro el rancho que es su casa. -
La noche ya va llegando y en el fondo del potrero, el grito alerta del tero tan solo se va escuchando, las estrellas titilando alumbran el pastizal, y a un costado del corral los perros agazapaos, están atento al cuidao pa que no escape un bagual. -
El criollo, flor de la raza, ya tiene el fuego encendido y un asado bien tendido siente el calor de las brasas, despacito se desgrasa bajo la noche cerrada, y espera la atropellada de quienes, al rancho viejo, le obsequian este festejo bajo una alfombra estrellada. –
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