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La escuela secundaria pierde por abandono

Bárbara Briscioli Por Bárbara Briscioli | 13 de Septiembre de 2018

Existe consenso social sobre la necesidad de terminar la escuela secundaria en todos los países de Occidente, además de una Ley que obliga al Estado argentino a garantizar que todos los adolescentes y jóvenes logren hacerlo desde 2006. Como es sabido, el título secundario, si bien no es suficiente, se ha convertido en un requisito para conseguir casi cualquier trabajo. También se asume que el tránsito por tantos años de escolarización aporta a la construcción de la subjetividad y forma para convivir con otros/as.

Por tanto, preocupa el conocido dato de que sólo la mitad de quienes han ingresado al nivel secundario logren finalizarlo en los tiempos estipulados[i]. Si bien es cierto que algunos otros jóvenes egresan pasados algunos años, lo que importa destacar es que la baja tasa de egreso se corresponde con las dificultades que ocurren en el tránsito de los estudiantes por el nivel. Para dimensionarlo, la tasa de repitencia en 8º año asciende a 14,36% en Argentina; el cual no se trata de un indicador excepcional, porque en 9º supera el 12%. Es decir, que en todos los años, los estudiantes experimentan dificultades para avanzar de un curso al siguiente. Simultáneamente, en 8º el abandono interanual alcanzó el 10,17%[ii]. Si lo sumamos a la cantidad de repitentes, notamos que sólo ¾ de los estudiantes logran la promoción efectiva en ese curso, y podríamos hacer el mismo cálculo con todos los demás del nivel secundario.

Ante este preocupante fenómeno, se han emprendido numerosas investigaciones para analizar las principales causas de abandono del nivel secundario a nivel internacional, regional y en nuestro país. El principal factor asociado a las dificultades para asistir a la escuela es el sector social de pertenencia. Razón por la cual, las políticas sociales del tipo AUH, si bien no son suficientes, colaboran en que los adolescentes y jóvenes puedan sostener su escolaridad.

Sin embargo, históricamente se han construido explicaciones individuales para el “fracaso escolar”. Frases como “a este alumno no le da la cabeza”, “es lento”, “no se esfuerza” o “no le interesa nada” y otras más sofisticadas –sostenidas en psicodiagnósticos- justifican problemas en los desempeños y el eventual abandono escolar. No desconocemos que existen enfermedades o padecimientos singulares, que podrían explicar en parte estas problemáticas. Sino destacar que en muchos casos, se trata de solapados prejuicios de clase o de cierta lógica meritocrática que esencializa atributos para nada “naturales” como el argumento de si alguien es o no inteligente.

Cabe destacar también que entre lo estructural y lo subjetivo, aparecen fenómenos que tienen mucha presencia entre las causas para que los adolescentes y jóvenes dejen de asistir a la escuela, por ejemplo la maternidad –más que la paternidad– adolescente, la necesidad de trabajar, ante la imposibilidad de compatibilizar ambas tareas.

Actualmente, la mayoría de los docentes son conscientes de los acompañamientos necesarios para que todos los estudiantes aprendan y avancen en su escolaridad. Sin embargo, las condiciones de cursada no colaboran para que esto suceda.

Por tanto, proponemos considerar los factores propiamente escolares en este análisis. Quienes asistimos a la secundaria, ¿nos preguntamos alguna vez por qué se repite y qué implicancias tiene? Repetir significa volver a cursar todas las materias de un nivel, inclusive las que ya fueron aprobadas el año anterior. Esto sólo se explica por la “cursada en bloque” prevista para la educación secundaria –a diferencia de la cursada por materias propuesta en algunos programas de reingreso al nivel y vigentes en las diferentes ofertas de educación superior. Este es sólo un ejemplo, de todos los urgentes cambios para transformar las regulaciones de la educación secundaria para tender hacia su universalización. Advertimos que para lograrlo hay que de-construir la tradición que interpreta todo intento de modificación como “facilismo”.

Pensar la dimensión estructural-institucional del abandono escolar implica, por un lado, reposicionar la perspectiva sobre los mal llamados “desertores”, para más que asumir que quienes dejan de asistir a la escuela “traicionan la lealtad al cumplimiento de una obligación” y son los únicos responsables del hecho, considerar si son situaciones extra escolares que eventualmente fuerzan su interrupción, y/o si hay experiencias que se viven en la propia institución que operan para expulsarlos. Por otro lado, pronunciarnos absolutamente en contra de los discursos que asocian de modo directo pobreza con bajas expectativas escolares. Y por último, mostrar la potencia para realizar las transformaciones necesarias desde las instituciones educativas en articulación con políticas intersectoriales.

La autora es Docente FFyL-UBA e Investigadora IDH-UNGS

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