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La mágica historia de dos chicos que entraron a la cancha con Messi y compañía

"Soy mago", dice Sebastián Medrano. Entonces todo cobra sentido. Es magia que su hijo, Lihuel, esté el sábado en el estadio del Spartak de Moscú saliendo de la mano de uno de los 11 titulares de la selección en el partido ante Islandia , que marca el debut de la Argentina en el Mundial Rusia 2018 .

Vos queres entrar caminando a la cancha de la mano de Lionel Messi , ¿no?.

Lihuel sorprende y no será la única vez. "No", dice. "Todos quieren salir con Messi. Si no me toca con el, yo quiero que sea Di María". Tiene siete años, llegó el viernes a Moscú después de un vuelo de 20 horas con escalas en San Pablo y Doha y está cansado, pero sobre todo, feliz.

Algo muy parecido sucede con Kyril, el hijo de Juan Pablo Córdoba. Está feliz, quizás demasiado, porque no para de correr por los rincones de la Casa Argentina, una de las dos que existen en Moscú, ésta ubicada en un amplio y cómodo restaurante. Kyril nació en Rusia hace siete años, sus padres biológicos lo entregaron a un orfanato y sus padres verdaderos, los que lo crían y quieren hoy en Argentina, lo vieron por primera vez en Perm, una ciudad a 1400 kilómetros al este de Moscú, junto a los Montes Urales en la que en invierno lo mejor que se puede hacer es no salir a la calle.

Ellos dos, junto a otros nueve niños, cumplieron el sueño de muchos: entrar a la cancha de la mano de sus ídolos. Fueron quienes salieron junto a Lionel Messi y compañía en el primer partido del Mundial, ante Islandia. Ellos dos, como los otros, fueron seleccionados por Mc Donald's entre miles por sus historias, que vale la pena contarlas.

Kyril, junto con su padre Juan Pablo Córdoba

Kyril, junto con su padre Juan Pablo Córdoba 

Lihuel se emociona cuando recuerda la razón por la que está aquí. "Me eligieron porque grité un gol. Debajo de la camiseta tenía una remera que decía 'fuerza mamá, te amo'", dice. Hace una pausa de un segundo, que parece una eternidad. Un nudo en la garganta. La había armado con su padre, Sebastián, para acompañar a su madre, que estaba internada. Había sufrido la "enfermedad de Caroli", algo poco común. "Fueron tres duros meses. Tuvo que operarse y ni siquiera le garantizaban que todo saldría bien. Nos pidieron que mantengamos la rutina para Lihuel. Por eso siguió jugando todos los días. Y se me ocurrió que le hagamos juntos esa remera. Ese día hizo uno de esos goles increíble: se sacó a cuatro y definió de caño", recuerda, conmovido, Sebastián, su padre, quien lo acompaña en esta aventura en Moscú.

La historia de Kyril es también impactante. Juan Pablo, su padre, recuerda cómo fue que conocieron al chico que nació en Rusia, y vivió en un orfanato en los Montes Urales los primeros tres años. "Sabíamos de algunos amigos que habían adoptado en Rusia y nos interiorizamos. Viajamos la primera vez a conocer a la asistente social. En la segunda vinimos a conocerlo a él. Ese momento fue mágico. Llegamos a la 'Casa Cuna' donde vivía. Empezamos a escuchar su voz. Bajaba por una escalera. Cuando nos vio, fue corriendo y abrazó a la madre", recuerda. Con él viajaron a Buenos Aires. El niño sólo hablaba ruso. Con los años aprendió español. Pero su idioma es el cariño y lo expresa: se sienta al lado de su padre, lo besa y lo abraza con un amor incondicional

Entre los chicos hay un punto en común: el fútbol.

Uno, Lihuel, juega hasta el cansancio. Sólo tiene libre los miércoles. Lo hace en dos clubes y en distintas modalidades: fútbol 11 (San Lorenzo), y baby fútbol (Juventud Unida). Vive en Ciudadela. Y ni siquiera a mitad de semana corta con la pelota. "Los miércoles juego a la Play", cuenta. Siempre Lionel Messi. Si no utiliza a la Argentina, lo hace con Barcelona. Se declara hincha de San Lorenzo y con un jugador predilecto en Boedo: Fernando Belluschi.

Para Kyril las cosas no están tan claras. Dependiendo quién le pregunte, la respuesta puede ser distinta. Si lo hace el padre, el chico sabe que no puede fallar: "River". Si lo hace otro, "Lanús", puede ser la respuesta. "Su tío es un de las personas más influentes que tiene. Es fanático de Lanús, así que está bien que le guste", relata Juan Pablo, su padre. Kyril no juega en ningún club, pero es el primer hincha de su papá. "El todavía no está jugando en ningún club. Pero me acompaña todas las semanas cuando yo lo hago. Viene con la pelota y siempre se encuentra alguien para patear", dice Juan Pablo.

Ellos dos, entre otros, estarán acompañando a los jugadores argentinos cuando salgan al campo de juego. Es Lionel Messi el más buscado. "Si le preguntan, va a decir Messi", dice Juan Pablo, abogado, sobre Kyril, mientras el chico, agotado por el viaje, busca un lugar donde descansar. "Di María, porque me gusta", cuenta con total convicción Lihuel, otra víctima del cansancio por el largo viaje desde la Argentina hasta Moscú.

"Vida", significa el nombre Lihuél. El nombre no fue elegido en vano. Su padre, Sebastián, que además de mago trabaja con un grupo hotelero, cuenta que todos los primos del chico tienen un nombre mapuche. Pero el suyo fue elegido a la perfección. El pequeño sonríe, disfruta. Vive. Tiene sólo siete años y entiende a la perfección el lugar que ocupará. "¿Cómo me voy a sentir cuando entremos a la cancha? Voy a llorar", dice, con una pausa de un segundo que se vuelve una eternidad.

"No sé si entenderá la dimensión de lo que vivió. Seguro que en unos años se dará cuenta. Ahora sólo quiero que disfrute", dice Juan Pablo sobre Kyril. Para él la alegría es doble: no sólo podrá conocer a sus ídolos, sino que, además, volvió a la tierra en la que nació. Lo entenderá con los años. Pero su historia, vale la pena contarla.

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