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Las invencibles barreras arquitectónicas

Por Guillermo Memo García Por Por Guillermo Memo García | 5 de Diciembre de 2022

Acaba de conmemorarse a nivel mundial el Día Internacional de las Personas con Discapacidad para promover, visibilizar y bregar por los derechos de las personas que poseen algún tipo de discapacidad. 

Estas fechas sirven para hacer balances, sobre todo para visibilizar y evaluar la situación de los lugares donde vivimos. Y la realidad indica que pese a los avances legales, culturales y técnicos experimentados en los últimos años, persisten en distintos puntos de nuestra ciudad barreras arquitectónicas que afectan gravemente la vida de quienes sufren desigualdades físicas.

Todo gira en torno a la imposibilidad de acceder a edificios, a espacios públicos, a medios de transportes o a desplazarse por veredas caracterizadas por todo tipo de dificultades.

El problema, que no es nuevo, se ve intensificado frente al comprobado crecimiento del número de desiguales y, por consiguiente, merecería una mayor atención por parte de las autoridades.

Una senda peatonal elevada, en un lugar estratégico de la ciudad, deja a la vista una infranqueable barrera arquitectónica para quienes se desplazan en silla de ruedas. Fue construida sobre calle Lavalle al 100, a pocos metros de la Avenida Doctor Arturo Jauretche.

Ese cruce, que es una combinación entre reductor de velocidad con senda peatonal, buscando no solo disminuir la marcha sino también darle prioridad de paso al peatón, es un problema.

Porque de uno de los lados posee una rejilla, cuyo ancho entre reja y reja permite que la rueda de cualquier silla para personas imposibilitadas de caminar quede atascada. El diseño de ese enrejado no es accesible bajo ningún concepto.

Y del otro lado de esa senda peatonal elevada, directamente no se colocó nada. No existe forma de conexión entre la senda y la vereda. O sea, que si una persona que utiliza silla de ruedas logra subir del lado de la vivienda hacia el Parque Municipal no tiene ninguna opción inmediata de cruce.

La ciudad necesita imperiosamente un censo completo y actualizado de las barreras existentes, que debiera computar las aún existentes en los edificios públicos, escuelas, comercios, medios de transporte y todos aquellos espacios que no cumplan con la normativa vigente en materia de accesibilidad. Lo cierto es que, a pesar de los reclamos y de los periódicos llamados de atención, tanto en la nuestra como en casi todas las ciudades grandes del país se progresó muy poco en esta materia.

Tampoco existen los colectivos adaptados para el acceso de personas con dificultades motrices. Por supuesto, no son éstos los únicos obstáculos que enfrentan las personas que sufren desigualdades físicas.

Las barreras arquitectónicas son numerosas y perduran, a pesar de que se vinieron consolidando concepciones urbanísticas que apuntan a establecer el cumplimiento de recaudos para eliminar esos impedimentos.

Se trata, entonces, de que se hagan cumplir en forma cabal las normas vigentes, sin permitir que se conviertan, como lamentablemente sigue ocurriendo, en meros enunciados retóricos simulando buenas intenciones. Porque con apenas con manifiestos, no solo no avanzamos sino que retrocedemos.

*El autor es periodista, integrante de PRIMERA PLANA y de RADIO MAS (FM 106.7)

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