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Economía o Salud: el falso dilema

Julia Tirabassi Por Julia Tirabassi | 23 de Mayo de 2020

El 2020 tiene un protagonista indiscutible: el Covid-19, la pandemia que atraviesa a todo el mundo y obliga a todos los gobiernos a direccionar y re adaptar sus políticas acorde a la crisis sanitaria.

Podemos decir que la mayor ¿dicotomía? de la que oímos hablar en estos tiempos es aquella que posiciona como antagónicas a la salud y la economía, dos de los factores en los que más se hace sentir la pandemia, pero, ¿están realmente enfrentados?.

Trazando una comparación de diferentes planes de acción que se han dado en los gobiernos analizamos dos casos muy diferentes entre sí: por un lado, Argentina, país en el cual se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio sobre el inicio de la reproducción del virus en el territorio nacional, con su presidente, Alberto Fernández, expresando en cadena nacional que "Una economía que se cae, se levanta, pero una vida que se pierde no se recupera más". En contraposición tenemos a Brasil, país en el cual Jair Bolsonaro, su presidente, se ha mostrado incrédulo para con el coronavirus (caracterizándolo incluso de "gripecita") lo que conlleva a que, obviamente, sus políticas sean mucho más flexibles. Dada la maximización de contagio en el país, la mayoría de los gobernadores brasileros decretaron cuarentenas para sus territorios, aunque el presidente continúa manifestándose en contra del aislamiento porque lo considera contraproducente para las economías familiares y la economía nacional.

En estos dos ejemplos tan contarios entre sí podemos analizar la contraposición planteada anteriormente. ¿Es realmente imposible cuidar la salud de la población sin descuidar la economía del país, y viceversa? 

En Argentina, el estado ha decido priorizar la salud aún sabiendo que esto repercute en la economía nacional, que además, tiene un agravante: el riesgo de caer en default con la deuda externa. La base de la generación de riqueza de un país está en sus trabajadores y las trabajadoras porque son quienes mantienen activa y funcionando cada día la economía; tal vez este contexto extraordinario sirva para que algunos sectores tomen noción de la importancia y el valor que tenemos quienes estamos "por debajo de todo".

Podemos decir entonces que, teniendo en cuenta esto, hablar de economía-salud como factores dicotómicos en el contexto de pandemia parece, por lo menos, errado, ya que la primera medida para cuidar y preservar la economía es cuidar a los trabajadores y trabajadores, en este caso, del coronavirus. De todos modos, es real y evidente que el contexto de aislamiento atraviesa a diferentes sectores y se ven afectadas sus economías.

Frente a esta realidad, el Estado Nacional se ve en la necesidad de dirigir y emitir dinero para estos sectores más afectados por la cuarentena; esto se puede ver claramente en las medidas políticas y económicas que se han tomado el último tiempo: Ingreso Familiar de Emergencia, aumento de los montos de los Programas Sociales, emisión de créditos para pequeñas y medianas empresas, pagos de porcentajes de sueldos privados por parte del gobierno, etc. De cara a la pandemia, Argentina optó por ser un Estado presente y cuidar, principalmente a los sectores que ya no tienen posibilidades de ceder. Esta política de estado se traduce, inevitablemente, en mayor y extraordinario gasto público de un país que se encuentra endeudado y con parálisis de producción.

Teniendo en cuenta estos factores y la necesidad recaudatoria del gobierno nacional es que nace, en el seno del oficialismo parlamentario, el proyecto de ley de impuesto a las grandes fortunas, el cual consiste, como su nombre lo indica, en cobrar un arancel al sector económicamente más rico de la sociedad.

Este proyecto se instaló y generó grandes debates, claro está, ya que después de tantos años de hablar de la pobreza, por fin se comenzó a discutir la riqueza. El sector "afectado" se muestra totalmente reacio frente a esta discusión porque lo rige un interés de clase -de su clase- y claro está que ellos saben cómo aumentar sus fortunas, pero enriquecer al país no es parte de su negocio. Parece importante destacar que a este sector lo componen solo 12.000 personas en todo el país, que son quienes tienen un patrimonio por encima de los U$S 3.000.000 y representan en total el 1,1% de los contribuyentes. Esta recaudación le implicaría al Estado una ganancia de $300.000.000.

Esta realidad se expone y discute en el marco de la pandemia con el objetivo de palear sus consecuencias; pero, tal vez, deba servir también para marcar precedente en cuanto a la discusión sobre la desigualdad: en un país de 44.000.000 de habitantes más del 35% se encuentra por debajo de la línea de pobreza, mientras que menos del 1% posee la máxima concentración de riqueza.

Si retomamos el inicio de la nota, y volvemos a hablar de Economía-salud, ¿no es acaso este análisis más macro otro punto de tensión entre estas dos variables? ¿No es este un verdadero enfrentamiento de la economía y la salud? ¿La economía capitalista y las políticas neoliberales que generan grandes enriquecimientos en sectores reducidos de la sociedad, a cambio del hambre, miseria y exclusión de las mayorías, no es un atentado contra la salud e integridad de las personas? ¿Cuántxs terratenientes se enriquecen con el negocio de los agroquímicos y cuántas familias se envenenan? ¿Cuántxs empresarixs aumentan sus ganancias a costa de trabajadoras y trabajadores flexibilizados que ponen su vida en riesgo al, por ejemplo, repartir pedidos en bicicleta?  ¿Cuántxs pequeños productores trabajan en condiciones inhumanas por pagas de apenas monedas, para empresas que luego insertan, revalorizan y se enriquecen con esos productos en el mercado? ¿Cuántos se enriquecen a costa de los trabajos precarizados, no remunerados e incluso no reconocidos que caen sobre las espaldas de las mujeres?

Si hay un antagonismo entre la Economía y la Salud, es, en realidad, entre la economía capitalista y la salud de las grandes mayorías, de los muchos que no pertenecemos a esos pocos que se enriquecen a costa de nuestras vidas.

Si después de esta crisis de carácter mundial los intereses de los grandes grupos económicos, de la política y los políticos, de los mercados e, incluso, de cada uno de nosotros siguen siendo más grande que el interés colectivo y empático, entonces, en ese caso, no habremos aprendido nada y el virus habrá ganado.

La autora es militante del Movimiento Evita Pergamino e integrante de Juntada Feminista de Pergamino

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