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Lo que el agua nos dejó: los nuevos inundados

Guillermo "Memo" García Por Guillermo "Memo" García | 14 de Febrero de 2019

Las intensas precipitaciones del penúltimo día de enero desnudaron las falencias que tiene Pergamino en materia de drenajes. La falta de limpieza de los desagües pluviales fue una de las principales razones por las cuales distintos barrios que antes no se inundaban ni tampoco se anegaban, esta vez sufrieron el agua.

La postal volvió a repetirse. Y hasta parece naturalizarse. Pantalones remangados para poder caminar, vecinos con las manos sumergidas intentando destapar los desagües, casas con varios centímetros de agua en su interior, calles anegadas y mucho malhumor social por una ciudad que volvió a colapsar ante una lluvia de 150 milímetros. La zona sur fue una de las que más sufrió. Pergamino ocupa una superficie de 2.958 kilómetros cuadrados, de los cuales 910 kilómetros cuadrados representan la zona de riesgo por inundación, que es el sector de campos que anega tanto al norte como al sur. Y también tiene un leve ascendente de una parte del Partido de Colón, que además vuelca hacía éstas aguas.

Pergamino se ubica a 56 metros sobre el nivel del mar, con una cuenca a 85 metros y el único afluente que tiene es el Arroyo Pergamino. La cuenca precisamente es el denominado “sistema de árbol” por cómo viene el troncal del Arroyo y los hilos de agua que desembocan en él.

Esas mínimas consideraciones llevan a deducir que resulta indispensable conservar el sistema integral de desagües pluviales en perfectas condiciones para una correcta y eficaz evacuación al Arroyo Pergamino. Es real que el Arroyo está limpio y por esa causa se mantuvo en niveles casi normales, producto de una eficiente tarea de conservación. Pero el pobre mantenimiento de los canales pluviales dejó en evidencia que el Arroyo no tuvo una altura de agua para preocupar y los barrios sí. Es decir, de manera llamativa, el Arroyo se mantuvo en su cauce, pero los barrios se inundaron. Y lo padecieron sectores que antes no se anegaban.

La definida Cuenca Sur es una cadena de falencias. Como primer aspecto relevante, el agua que baja de los campos de la zona de Pinzón por Avenida Pellegrini se estanca en las alcantarillas plagadas de yuyales y residuos de todo tipo. En segundo lugar, ese sector de la ciudad es fiel víctima de esa presión inmobiliaria en búsqueda de crecimiento con la modalidad de countries y barrios cerrados, que buscan urbanizar zonas descampadas de atractiva ubicación, sin importar los riesgos para el conjunto urbano. Cuando se construyeron esos barrios sobre Avenida Pellegrini, el área que servía como filtración natural del agua fue invadida por el asfalto y relleno. El volumen de agua que ingresaba a la tierra ahora corre e indefectiblemente anega todo el sector sur de la Ruta Nacional Nº 8.

La derivación de ese cuadro general de situación llega a los desagües de Avenida Juaretche, que provocan los reclamos de los vecinos del Barrio Cueto. Por un lado, los canales del sector del Club Gimnasia y Esgrima permiten un mejor tránsito, principalmente en esta época favorecido por la renovación del agua de los natatorios y el componente del cloro, que no deja de ser un suplemento para mantener la limpieza.

En la vereda de enfrente, la situación es bastante distinta. Porque no sucede lo mismo en el lado opuesto y la realidad de los desagües expone la falta de mantenimiento, lo que genera la queja generalizada de gran parte del Barrio Cueto. Afortunadamente si bien hubo anegamientos importantes y que nunca habían ocurrido, el agua no llegó a ingresar a las viviendas.

Nunca se dejaron de hacer obras contra la inundación en Pergamino, pero la poca o nula preservación de los derrames pluviales es siempre la asignatura pendiente. Por supuesto que obras significativas como el dragado del Arroyo Chu Chú, la cuenca del Arroyo Pergamino hasta Arrecifes y la elevación de los terraplenes, son atenuantes necesarios, bienvenidos y para reconocer con legitimidad. Pero tampoco se puede dejar de quitar la lupa en la falta de un plan integral sobre la estructura de desagües pluviales, que termina con vecinos anegados, daños en sus viviendas o pérdidas materiales.

Las inundaciones son particularmente la secuela de esa construcción cultural de una sociedad huérfana del sentido de la previsión y de la capacidad de alertar, muchas veces caracterizada por la subestimación o la desorganización. Las señaladas sorpresas climáticas y los registros de lluvia históricos rara vez son culpables directos o únicos responsables.

El autor es Periodista y Jefe de Redacción de PRIMERA PLANA

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