Cuando una persona adulta o un niño cae inconsciente de manera imprevista, lo primero que hay que hacer es llamar al servicio de emergencias médicas y comenzar rápidamente las maniobras de Reanimación Cardiopulmonar (RCP), ya que se calcula que por cada minuto de demora, se pierde un 10% de posibilidad de sobrevida y, más allá de los 5 minutos, la probabilidad se reduce considerablemente.
Con estas maniobras el objetivo es mantener el flujo de sangre oxigenada al cerebro y a otros órganos vitales hasta que un tratamiento médico más profesional pueda restablecer el ritmo cardíaco. La RCP puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, por lo cual es fundamental que todos realicen un curso de capacitación.
Las personas, a menudo, no comienzan la reanimación cardiopulmonar a un paciente porque temen lastimarlo, pero las últimas investigaciones muestran que es muy difícil causar daño a través de la RCP, incluso si la persona no la necesita.
“Lo más común al hacer una RCP es causar la fractura de algunas de las costillas y su incidencia es del 25% aproximadamente”, explica Hernán Provera (M.N. 112.732), médico cardiólogo.
Otras complicaciones frecuentes de la RCP descritas en la literatura son vómitos, neumotórax, neumomediastino y lesiones hepáticas, esplénicas y, raramente, gástricas.
En un estudio relacionado de personas que habían sufrido estas lesiones durante la realización de RCP, las fracturas no causaron ninguna hemorragia interna grave ni la muerte. Las probabilidades de sobrevivir a un paro cardíaco extrahospitalario son nulas si la persona no recibe de inmediato compresiones torácicas.
“La RCP es considerado una causa de justificación que quita la antijuricidad al acto porque la persona actuó en un estado de necesidad justificante y ahí hay una colisión de bienes jurídicos de distintas jerarquías. Por un lado, el bien jurídico vida, el que se intentó salvar a través de la RCP y, por otro, la posibilidad de causar una lesión a la integridad corporal y, en este caso, la clave está que se actuó tratando de salvar el bien de mayor jerarquía que es la vida. Esto está contemplado en el código penal”, aclara María Susana Ciruzzi, abogada especialista en Derecho Penal y Diplomada en Bioética.
“Queremos difundir a la comunidad la importancia de aprender a reanimar con las propias manos, especialmente en la población general, no médica, ya que la mayoría de las muertes por paro cardiorrespiratorio se produce fuera del ámbito hospitalario. Hasta hace no mucho tiempo, la RCP era algo muy complejo; hoy se sabe que mientras el paciente sea masajeado convenientemente, la posibilidad de sobrevida es mucho mayor”, remarca Walter Stoermann (M.P. 2677), médico cardiólogo, secretario de la Red Nacional de RCP y Áreas Cardioasistidas de la Federación Argentina de Cardiología.
Cuando alguien sufre un colapso súbito debido a un paro cardíaco, habitualmente tiene suficiente oxígeno para mantener los órganos vitales sanos durante los primeros minutos. Administrar compresiones torácicas con una fuerza y velocidad suficientes, ayuda a bombear sangre al corazón y al cerebro.
“Esta técnica salva cientos de miles de vidas cada año en todo el mundo, gracias a la intervención inmediata de las personas que son testigos de un paro cardíaco y se convierten en responsables de atender a la víctima mientras se espera la llegada de los servicios de emergencia”, indicó Provera.
En 2022, se reglamentó en el país la ley 27.519 sobre prevención de la muerte súbita. En ella, se establece la obligatoriedad de contar con al menos un Desfibrilador Externo Automático o DEA, capaz de revertir este cuadro, en lugares públicos y privados de alta circulación de personas, tales como estadios, natatorios, cines, teatros, oficinas, etcétera. También la ley contempla la necesidad de capacitar al personal en las llamadas Maniobras de Resucitación Cardiopulmonar (RCP).
La técnica de reanimación cardiopulmonar existe desde 1960. Pero la American Heart Association (AHA) hizo ajustes y cambios constantes a lo largo de los años en función de las últimas investigaciones. El cambio más grande probablemente tuvo lugar en 2008, cuando se empezó a recomendar que las personas no capacitadas omitieran la ventilación boca a boca para adultos y solo realizaran las compresiones torácicas.
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