El pasado domingo 21, María concurrió junto a su esposo Miguel hacia el cementerio local, con intenciones de llevar flores a distintos familiares que se encuentran sepultados allí desde 1971. Al llegar al lugar constataron que la tapa de la tumba se encontraba “un poco corrida” y rota en uno de los extremos.
“Detrás de la tumba había siete manijas de las que se usan en los cajones de muertos” denunció María ante los funcionarios judiciales. Según consta en el expediente, la mujer se apersonó en la administración del cementerio para pedir explicaciones pero solo obtuvo respuestas evasivas: “me dijo que no había pasado nada y que iban a limpiar”.
Cuándo María pidió constatar si se los cuerpos de su padre y hermano se hallaban en la tumba, recibió una contundente respuesta: “me dijo que si quería saber si habían robado los cadáveres debía radicar una denuncia penal.” Desoyendo la advertencia del encargado, el matrimonio se dirigió nuevamente hacia la tumba para corroborar con sus propias manos la sospecha cada vez más firme que tenían.
Ya frente a la tumba, y con ayuda de un empleado, lograron correr la lápida y encontraron la peor respuesta: “no había nada, solo tierra removida y la manija de un cajón.”
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