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Escuelas rurales: ¿Cómo es dar clases en el campo y sin recursos?

Son directoras, maestras y hasta se encargan de llevar en sus vehículos particulares a los alumnos desde sus casas hasta el colegio, todo al mismo tiempo. Conocé sus historias en esta nota

En medio del campo, en zonas alejadas de los centros urbanos de los distintos pueblos y localidades de la provincia de Buenos Aires, cientos de escuelas rurales cumplen un rol imprescindible: enseñar en aquellos lugares que están aislados de las redes de distribución de  energía y de agua potable, donde no llega el WiFi ni los colegios privados.

“La escuela es el referente de la comunidad, para las familias y los chicos, es el lugar de encuentro. Es muy solitaria la vida de ellos”, comenta a Infocielo la Directora de la Escuela N° 22 de Laprida, Patricia Iriarte quien, desde hace 7 años y hasta el inicio de las medidas correspondientes al ASPO, viajaba de lunes a viernes desde la planta urbana de dicha localidad hasta el colegio, recorriendo más de 30 kilómetros de distancia. 

La Escuela 22 nació hace casi 100 años, en 1921 y funcionaba como Colegio Nacional en las afueras de Laprida, en una dependencia de la estación Santa Elena; pero desde hace aproximadamente 25 años se encuentra ubicada en lo que en algún momento fue un destacamento policial de la zona y es una de las 9 escuelas rurales que hay en el partido. 

La institución, que ofrece tanto jardín como primaria, es “unidocente”, es decir, que cuenta con una directora que, al mismo tiempo, cumple el rol de maestra en ambos niveles. En total, al colegio asisten solo 10 niños, cinco en Nivel Inicial y cinco en primaria.

Además de la maestra, también trabajan allí una auxiliar, una profesora de Educación Física, una de Inglés y una de Teatro. “Nosotras viajamos todos los días y tenemos más o menos 40 minutos de viaje”, explica Iriarte sobre , “a la escuela llegamos a las doce y media y hacemos un primer bloque hasta las dos y veinte, que los chicos toman la merienda y tienen un recreo hasta las tres, y después trabajamos hasta las cuatro y media”.

Los días de lluvia, los caminos de tierra y tosca se vuelven intransitables por la acumulación del agua y llegar a la escuela se convierte en una tarea imposible tanto para los docentes como para los alumnos que, muchos de ellos, tienen un trayecto de entre 2 y 5 kilómetros.

A la imposibilidad de llegar al colegio cuando llueve, se suman los problemas de conectividad: al no contar con internet en el establecimiento y, como la señal a los celulares tampoco llega, muchas de las actividades se ven limitadas y el equipo docente debe ingeniárselas para suplir esa falta. 

“Para aprovechar el Carro Tecnológico que tenemos, llevamos materiales y actividades en un pendrive ,y así accedemos a la tecnología sin usar internet”, explica la Directora, que reconoce el trabajo y el acompañamiento por parte del Consejo Escolar y del área de Inspección en los colegios del distrito: “La escuela tiene garrafones, tenemos calefactores, termo con agua caliente y agua también. Cuando inicia el año, Consejo Escolar limpia los tanques y se hacen desratizaciones”.   

Al igual que la mayoría de las escuelas rurales, la N°22 de Laprida no poseía energía eléctrica porque se encuentra alejada de la red y, aunque contaban con un sistema de energía solar, Iriarte detalla que “habían solo tres paneles solares muy chiquitos que hacía muchos años que estaban y las baterías se agotaban, entonces los días que no había sol, no teníamos electricidad”.

En el marco del Proyecto de Energías Renovables en Mercados Rurales (PERMER), la Provincia de Buenos Aires puso en marcha una primera etapa de este plan, que consiste en la instalación de sistemas fotovoltaicos que suministrarán energía eléctrica a 47 escuelas rurales distribuidas en 9 municipios (Azul, Daireaux, Gral. Alvear, Gral. Lamadrid, Gral. Lavalle, Laprida, Las Flores, Mar Chiquita, Rauch), para continuar luego con una segunda etapa, ya licitada y adjudicada, de 72 colegios rurales en otros 20 municipios del territorio bonaerense.

A partir de la instalación de los paneles, las escuelas podrán abastecerse de energía solar y en caso de que las condiciones climáticas no sean las ideales (días nublados o lluviosos), cada establecimiento posee un generador alimentado a combustible que proveerá electricidad en caso de que sea necesario.

En la Escuela N° 22 de Laprida la conexión de los nuevos paneles se concluyó la misma semana que el Gobierno Nacional decretó el aislamiento obligatorio, por lo que el sistema no pudo utilizarse con los alumnos en el aula, Iriarte asegura que funcionan correctamente: “Durante el aislamiento, todas las semanas íbamos a la escuela dos docentes para llevarle actividades a los alumnos y porque algunas familias reciben el bolsín de alimentos, así que aprovechamos para probarlo y funciona perfecto”.

A donde también llegó este proyecto coordinado por la Dirección Provincial de Energía, dependiente del Ministerio de Infraestructura y Servicios Públicos, que finalizó esta semana la conexión de los paneles solares fotovoltaicos en 11 escuelas rurales de los municipios de Azul y Las Flores; es a la Escuela N° 13 de General Alvear, en el centro de la provincia de Buenos Aires.

“En 2012 nos habían puesto un equipo de pantalla solar y anduvo fenómeno tres años, pero después se empezó a deteriorar. Había que cambiar las baterías, que nunca se pudieron cambiar porque eran muy caras y no lo podía hacer la cooperadora ni el Consejo Escolar”, explica a Infocielo la Directora y docente de la escuela Marta Barbaro y agrega que “en marzo de este año sacaron las pantallas antiguas y pusieron todo nuevo pero, como arrancó la pandemia, el inspector y los técnicos no pudieron pasar y se retrasó el trabajo, pero ya está todo instalado”.

“Como no teníamos luz, compramos un parlantito y con el pendrive cargábamos ahí las canciones que le llevábamos a los chicos y las escuchábamos ahí algunas veces y otras con el teléfono”, detalla Barbaro quien, desde 2011, realiza el trayecto de 62 kilómetros que separan la cabecera del partido de la escuela, que cuenta con un JIRÍN (Jardines de Infantes Rurales) y también una primaria. 

Así como no cuentan con tendido eléctrico, tampoco llega la señal de los celulares y el agua que utilizan la obtienen de un molino. Sin embargo, sus dos docentes viven con un verdadero compromiso y entusiasmo la tarea que realizan todos los días. “Me quedo con la tranquilidad de que todo lo que se pueda hacer en pos de mejorar la calidad para ellos, que puedan compartir con otros nenes, que conozcan lugares nuevos; lo estamos haciendo”, afirma la docente.

Con este objetivo, organizaron excursiones a distintos puntos de la provincia. “El año pasado y el anteaño hemos ido a Buenos Aires, a La Boca, también hemos ido a Tandil, a Necochea, Mar del Plata”, recuerda Barbaro, “todo eso lo pagamos con dinero de la cooperadora, que sirvió para que muchos de los chicos conocieran el mar que, si no era por la escuela, no tendrían la oportunidad de conocerlo”.

Al igual que en el caso de la escuela de Laprida, la N°13 de General Alvear, que fue fundada en 1956 en el Cuartel III, en el paraje “Los Gatos”, también tiene la modalidad unidocente. “Somos directoras, maestras y porteras”, comenta entre entre risas Barbaro quien, junto a otra maestra que se ocupa del Nivel Inicial, se encargan de garantizar el derecho a la educación a niñas y niños de las zonas rurales. 

Además de enseñarles a escribir, a jugar y a relacionarse, les preparan la merienda e incluso los trasladan en sus vehículos particulares cuando no tienen forma de movilizarse. "Casi siempre llevamos y traemos a una nenita que nos queda de pasada porque ella no tiene medios de movilidad. Hicimos lo mismo el año pasado cuando estaba en jardín y ahora que está en primaria  también”, comenta la Directora de la escuela que actualmente tiene solo tres alumnas en Primaria, de 1°, 2° y 3° y cinco en el Jardín.

“Los chicos del campo son amorosos, vos les llevás una fotocopia y están contentos como si le hicieras un regalo”, describe Barbaro quien intenta darle continuidad al proceso de enseñanza a pesar de todas las limitaciones y obstáculos que se profundizan en el contexto de pandemia que está atravesando el país. 

“Yo les preparo y les llevo a la casa las actividades en hojas como si fuera una carpeta en donde les explico cómo tienen que resolverlas y después, a los 15 o 20 días, paso a buscarlas y les dejo otras”, cuenta Barbaro y agrega: “también nos manejamos por Whatsapp a través de audios, donde les enviamos poesías, les mandamos textos para que ellos vayan haciendo su carpeta”.

“No sé si se va a poder volver este año, pero espero que pase todo esto de la pandemia en todo el país”, dice Barbaro y concluye, “si no es este año, espero que el año que viene podamos volver a las aulas para poder disfrutar de ese equipo hermoso que pusieron y tengamos por fín luz”.

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